Marrakech. Episodio I
Madrugamos para llegar al Aeropuerto del Prat. Facturamos, desayunamos y pasamos a la sala de embarque. ClickAir no asigna asientos, así que "tonto el último", según entras en el avión te sientas. El vuelo sale bastante puntual, y aterrizamos disfrutando de unas primeras vistas del Atlas, que desde lejos parece estar bien de nieve en cotas altas.
Pasamos la aduana, recogemos el equipaje, los de seguridad nos escanean los petates y casi nos requisan los walkies del Lidl (443 MHz), por no llevar licencia. Sacamos pasta, y salimos a la calle a buscar un taxi para subir a Imlil. Son las once de la mañana, tenemos tiempo de sobra.
¿Un taxi?
Lo habitual es tener que abrirse paso a la entrada del aeropuerto, apartando a los taxistas, pero esta vez no. No se ven taxis, ni grandes ni pequeños. Se forma una cola para esperar el autobús, y un asturiano con acento gallego nos cuenta que hay huelga de taxis, que puede que se arregle por la tarde, pero que lo único para salir del aeropuerto es el bus. Tomamos pues el bus, y nos acercamos a Djema el Fna, para intentar negociar un transporte. Del Hotel Ali nos redirigen a Sahara Expeditions. Nos atienden de forma amable, y después de hacer bastantes llamadas, nos consiguen un transporte para siete a última hora de la tarde, por 1400 dirhams. Nos piden 600 dirhams de fianza, y dejamos la pasta y todo el material en la agencia, y nos vamos a tomar un zumo de naranja en Djema el Fna y un té a la menta en la Koutoubia, sin saber que vamos a encontrarnos luego. La desconfianza es una mala cosa, aquello de que te vas un mes de vacaciones, y te lo pasas entero pensando que tal vez te has dejado abierto el gas.
A las cinco y media nos pasamos por la agencia, y justo llega el chofer, media hora antes de lo acordado. Los petates están, claro, y el minibus es amplio y confortable. Le decimos que hay que ir al aeropuerto, y nos piden más pasta. El trato es casi usurero, pero con la huelga de taxis, el margen de negociación es mínimo.
Vuelta al aeropuerto.
Cuando crees que ya todo está arreglado, las cosas se tuercen de verdad. El resto del grupo, que viene con Iberia, acaba de aterrizar y pasar la aduana, pero un petate no ha salido por la cinta. El panorama es desolador, está anocheciendo, Marrakech está lleno de turistas, conseguir una habitación es un marrón, conseguir otro transporte es otra pasta, así que aprovechamos lo que tenemos, y nos subimos todos para la montaña, esperando que el tiempo cambie. Llegamos a Imlil, hacemos un porteo tonto hasta el albergue de Habib , nos sirve un couscous excelente, nos enteramos de que el petate que falta existe y está en Barcelona aún, y nos vamos a dormir, por fin.
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